Por Marcos Ferreras
MI PADRE MURIÓ COMO VIVIÓ:
Mi Papá, Pedro Antonio Ferreras Feliz, siempre fue un líder natural donde quiera que estaba o en cualquier actividad que se involucraba. Por eso llegó a ser amigo directo de todos los líderes principales del PLD, empezando por Juan Bosch.
Era elegante, limpio, decente, servicial, risueño, galán, educado, formal, amigable, valiente, honrado, solidario y elocuente. Como dato curioso, la dirección municipal en Cabral nunca le reconoció méritos ni tampoco a nuestra larga y militante familia que tuvo que pasar por todas las vicisitudes y peligros de los tiempos duros en que ser boschista era una mala palabra.
Es tan grande el odio político de Máximo, Abdala y demás jefes del pelefeismo cabraleño, que ni siquiera han sido capaces de proponer a a Educación bautizar y honrar con el nombre de mi padre algún centro educativo del pueblo pese a que fue pionero de la enseñanza pública en la educación básica.
Toño Ferreras tuvo dimensión provincial, regional y nacional en las luchas por la democracia, la justicia y las libertades del País, sufriendo persecución, prisión y daño físico.
Papá podía rodearse de los grupos de la élite así como de la gente más común del pueblo. Entregó sus 17 hijos a la causa peledeista y aún así mi Padre ha sido perseguido después de muerto por la cúpula partidaria de Cabral.
Pero mi Papá era un líder destinado; líder campesino, líder cooperativista y líder peledeista. Algunos amigos acudían a mi padre y luego se declararon sus enemigos o simplemente dejaban de saludarnos.
Todavía hoy la retaliación partidaria en Cabral no le ha permitido reconocerle a mi padre sus aportes al partido, a la democracia y a la educación, ya que Papá fue un maestro graduado de la Escuela Normal Primario.
Pero Toño Ferreras, mi inmenso padre tuvo el amor y el cariño de muchos, de cientos y quizás miles de compueblanos y allegados que nunca lo dejaron sólo en un hospital ni en la residencia natal.
Creo que mi padre murió tal como vivió, rodeado de gente que no cesaban de darle vueltas, de mostrarle respeto y ponerse a su servicio para lo que fuera.
Esa humildad es lo mejor que pudo alegrar a Papá durante sus últimos días tan dolorosos y tristes, por eso cuando mi papá enfermó mi casa era visitada diariamente por la gente de todos lados y al morir el pueblo entero le rindió respeto y homenaje. Esa es la mejor satisfacción de vivir con el corazón abierto y limpio.
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