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» » » PLD, sentido de cuerpo y unidad


Artículo Rafael Núñez 

Desde su fundación, el 15 de diciembre de 1973, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ha actuado como cuerpo, haciendo cumplir las opiniones de la mayoría, pero tomando en cuenta el punto de vista de quienes están en minoría, de manera que haya un sentido de equilibrio en las decisiones adoptadas.
Del centralismo democrático asumido estatutariamente por el peledeísmo desde su fundación como método de toma de decisiones, la organización fundada por el profesor Juan Bosch dio un viraje positivo hacia la aplicación de una nueva forma de participación, impuesta por los tiempos y el ejercicio del poder.
Esa novedosa manera tiene que ver con el consenso para la toma de decisiones, que permite al PLD navegar el proceloso mar del poder sin ningún tipo de grietas, crisis o divisiones, factores fundamentales para que hoy pueda exhibir una agenda de obras materiales, de avances institucionales, de modernización de los servicios públicos, desarrollo y adecuación del cuerpo normativo de la República Dominicana.
Como nunca antes, el PLD no solo es una expresión política monolítica, que convive con sus diferencias, sino que mediante la participación y el consenso, se permitió sumar nuevos partidos emergentes para formar el contrapeso necesario desde el poder.
Cinco victorias electorales consecutivas obtenidas con más del 50 por ciento de los sufragios, consolida al PLD y sus aliados como el bloque político más exitoso de los últimos 50 años. Bajo el liderazgo del doctor Leonel Fernández, ese bloque vadea el turbulento río del poder. Las agendas legislativa y municipal sirven de apoyo a un estilo diferente que encaja con los cambios globales de la buena gobernanza, aún con sus déficits.
Las debilidades en el ejercicio del poder las hay, hechos que los medios de comunicación y la oposición han señalado en su momento, sin que esto le reste méritos a las cuatro administraciones del PLD.
Cada vez que la dirección política ha tenido que adoptar decisiones cruciales para la vida institucional de la República Dominicana, toma en cuenta el parecer de todos los actores, internos o en los litorales opositores. En muchas decisiones cruciales se parte del consenso.
En sus 42 años de existencia, el PLD ha pasado al menos por cuatro salidas de dirigentes importantes, pero aquellas renuncias o expulsiones no pusieron en peligro lo que ese partido exhibe hoy como fortaleza: su unidad, de ahí la pertinencia de conservarla.
Ha resultado de beneficio político para el PLD, el tránsito de un partido de cuadro a una organización electoral, lo que se mide por los resultados obtenidos en los últimos comicios, cosecha que se inició con la primera victoria en el año 1996, coronando con otras en los años 2004, 2006, 2008, 2010 y 2012.
Si bien es cierto que la experiencia y condiciones de los principales dirigentes tradicionales contribuye a esos triunfos resonantes del peledeísmo, el liderazgo del doctor Fernández ha sido vital aunque algunos renegados no lo quieran admitir.
Nueva encrucijada
Para los comicios de 2012, el PRD bajo el liderazgo de Hipólito Mejía, amenazaba nueva vez con retornar al poder. Los esfuerzos de cercanos colaboradores de Leonel Fernández, especialmente funcionarios del área de infraestructura, desperdiciaron pólvora tratando de forzar una tercera postulación del mandatario.
Así como el doctor Fernández demostró con los hechos no estar de acuerdo con reformar la Constitución para adaptarla a los pujos reeleccionistas del momento, el presidente del PLD fue consistente también en señalar que un tercer mandato consecutivo es traumático para cualquier político.
Luego, los esfuerzos con la entonces Primera Dama, Margarita Cedeño de Fernández, que no solo tenía derecho a competir, sino que gozaba de una amplia popularidad real, tampoco resultaron. Esos deseos continuistas de algunos funcionarios, sin embargo, fueron echados a un lado por Fernández, en un momento en que Mejía aparecía consistentemente en las encuestas con una ventaja superior a los 30 puntos sobre Medina.
Aunque Fernández dejó que se expresaran los anhelos de algunos funcionarios de su gabinete, la sensatez se impuso, se convocaron las primarias y Danilo Medina ganó la candidatura presidencial, preservando la unidad del PLD una vez más.
Para las elecciones de 2016, se presenta una coyuntura parecida: un grupo de funcionarios de Medina ha desplegado recursos económicos y humanos a los fines de que éste lleve al PLD a proponer cambiar la Constitución para postularse de nuevo. Los riesgos de ese plan no se circunscriben en el solo hecho de que pueda optar por un segundo mandato, sino que desde el gobierno se inicie la compra de votos para lograr la cantidad que el PLD requiere para esos propósitos.
Una acción de esa naturaleza con todos sus tropiezos, coloca al Presidente de la República en una nueva perspectiva de cara a la imagen que ha construido desde que salió del gobierno en el año 2007, convertirse en ferviente opositor de la reelección, discurso que ha repetido en su ejercicio de gobierno. Medina, además, incumpliría con la palabra empeñada con los electores de ir al gobierno por solo cuatro años, impulsando el objetivo de ciertos núcleos fácticos de crear dificultades en el PLD para sacarlo del poder.
El peligro mayor de Medina no es dejar caer su palabra, que es mucho decir, sino imponer en el Comité Político un sendero distinto al caminado hasta ahora, por el que solo el PRD transitó en el año 2002: modificar la Constitución sin tener mayoría para hacerlo, con todo lo que eso implica, y poner en riesgo lo que ha sido la fortaleza del PLD: su unidad y sentido de cuerpo.

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